Toda la energía del otoño.

Si, el sol és hermoso, el verano nos llena de vida y la primavera nos hace renacer.
Pero el otoño… una temporada donde la naturaleza comienza a recogerse y prepararse para el invierno. La tierra que concentra todos sus mejores aromas y los ofrece a las frutas y verduras como un legado del sol.

Primero las patatas y las calabazas, luego las nueces y finalmente las castañas. Los huertos comienzan a bullir con brócolis y coles, de radicchio rojo y variado. Son aromas intensos que provienen del interior de la tierra. Suaves emociones que cuentan el brillar del rocío y el cálido abrigo de la tierra al desperezarse.

Nosotros las elegimos en un Valle encantado, fuera de los circuitos más frecuentados, a lo largo del recorrido de un torrente antiguo que brota de las paredes del gran Monviso. Son tierras que miran a los Alpes mezcladas con las piedras de pórfido, las arcillas margosas y las arenas finas de las orillas. Aquí las patatas ofrecen sensaciones aromáticas muy particulares, con una dulzura que brinda emociones, especialmente cuando se utilizan en la mesa para platos simples como los gnocchis o como acompañamiento a los asados.
Las calabazas son anaranjadas, compactas, dulces y aromáticas. Maduran lentamente y el frío las mantiene sanas e íntegras con el tiempo para cremosas sopas elegantes y agradables risottos con el sabor ancestral del tiempo.
Las nueces son pequeñas y sabrosas, como las típicas de nuestras tierras piemontesas. Excelentes para postres, para granos en el helado y para picar frente a una chimenea con una buena copa de vino tinto.
Las castañas son delicias antiguas que crecen en castaños centenarios donde el tiempo se ha detenido. Ni demasiado grandes, ni demasiado pequeñas. Una medida que realza la placentera dulzura. En todo esto, la pasión de una familia y de jóvenes que han elegido la tierra para ponerla en práctica.

Bernardo Pasquali

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