“Si es cierto que somos lo que comemos, yo solo quiero comer cosas genuinas”
Así decía, describiéndose a sí mismo, el ratón Rémy de la película Ratatouille, pequeño talento de los fogones y refinado soñador. En la película, que hace un guiño a Proust y a la famosa madeleine de “En busca del tiempo perdido”, el desafío más arduo del chef disfrazado es presentar un plato al temible crítico culinario Ego.
Y el cocinero elige para esta dura prueba, con el asombro de todos los presentes, un plato humilde, de la tradición campesina. Un plato capaz de derretir el corazón duro del crítico, trayéndole a la mente desde el primer bocado, los recuerdos de una infancia despreocupada vivida en el campo.
He aquí, así es como se siente uno frente a una
sopa lista del Agriturismo Il Poggio. En la prisa de la cotidianidad, colmada hasta lo increíble de tantos (a veces demasiados) compromisos, quien trabaja todo el día y vuelve a casa por la noche, cansado, desea una sola cosa: comer bien. Si además añadimos que ya es otoño y caminamos hacia el invierno, después de un día lluvioso y frío, el deseo de una sopa caliente se convierte en necesidad.
He pasado parte de mi vida en
Toscana, un lugar donde he apreciado variedades culinarias tanto deliciosas como saludables. El aroma de las sopas, de
col rizada o de legumbres, es un recuerdo vivo: algo que me habla de las cenas en el agriturismo con amigos, del ritmo sincero y divertido de mis comensales seneses. En las sopas caseras, aún hoy, busco eso: el placer. Evocado por una sopa como la
acqua cotta maremmana, a las cuales no se les ha añadido nada, ni conservantes, ni colorantes o sabores artificiales, y a las cuales nada se debe agregar, excepto un hilo de aceite de oliva virgen extra en crudo, al cual no puedo resistir, y una rebanada de pan integral crujiente.
La elección es variada: desde las sopas más rústicas y caseras se pasa a las extremadamente refinadas, como la
sopa de setas o el gran clásico de la cocina francesa, traído aquí por nosotros: ¡la
sopa de cebolla!
Un placer abundante, para compartir o disfrutar celosamente, en relajación.
S&M