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Sebastiano y Filomeno son dos jóvenes extraordinarios en cuanto a que son fuera de lo ordinario. Después de los estudios se han anclado a su tierra y lo han hecho para dar valor a los sacrificios de sus padres, también agricultores con las callosidades que marcan sus manos por el esfuerzo. Su emprendimiento es exaltante y deciden tomar en mano las viñas y comenzar la aventura de hacer vino.
Agricultura Vigne Storte entre tierra y futuro
Son dos jóvenes alternativos, en el sentido de que deciden desafiar su tierra y su futuro. Dicen que son "gente que aún hoy se rompe la espalda para no rendirse y buscar fortuna en otro lugar". Viven en un lugar encantado y salvaje. Tierras difíciles pero, precisamente por eso, ideales para la viticultura de calidad. Ellos lo saben y, de vides muy viejas y muy "torcidas", obtienen vinos de gran carácter y excéntricos. Para nada suavizados o domesticados. Dejan que la tierra, el viento y el sol hagan todo. No te lo dicen de manera sutil: "nuestro vino es fruto de la dedicación y la pasión pero también de una gran rabia hacia quienes han mantenido y todavía mantienen sometida a una categoría, la de los agricultores, que no merece estar en las condiciones en las que se encuentra". ¿Vinos rebeldes? No, la rebelión es su elegancia y su territorialidad. Y su rebelión es poesía en la copa.